UN ATASCO INOPORTUNO (2º parte Cabo de Hornos)
Aroha y Andrés se disponían afrontar aquel atasco inoportuno en la M-30 tras su regreso de su viaje a Cabo de Hornos.
Demasiado bonito para ser verdad, fueron días de espejismos. En el previo de esta locura, ellos no fueron hipócritas, tan solo fue la consecuencia de acumulaciones de carencias emotivas, que desaparecieron fugazmente en el instante que se conocieron y se engañaron por mutuo acuerdo, para cuya causa era tan solo...sentirse invencibles durante aquellos días.
Y tras el regreso a la cruda realidad, Aroha y Andrés , allí se veían en aquel tedioso y arduo atasco que para lo único que servía era, sentir esa vergüenza contradictoria e incómoda de la cual deseaban abandonar justo en el apremiante tiempo de que ambos llegasen a sus respectivos destinos.
Ya quedo atrás aquella apuesta aventurera adornada de ansiadas miradas , o ese ímpetu tauromaquio al sexo eterno y sensibilidad que lindaba con el cielo cuando ambos, lo tocaron hasta llegar a la frontera de la caducidad en el instante que pisaron suelo patrio.
¿Qué era real, lo de aquel prometedor pasado, o éste presente edulcorado, de la nada mezclado con el todo en diferido?.....¿cómo era posible que las mismas personas tuviesen sensaciones tan contrapuestas en un ínfimo periodo de tiempo?
Los coches en medio de aquel caos más propio de un ágora al estilo anarquista, pues avanzaban con una soberana lentitud tal, que la paciencia de Aroha y Andrés galopaba sin remedio alguno hacía la resignación. El coche se les antojaba estrecho, pues ambos habitaban en cada extremo de aquel habitáculo polar. Ya ni siquiera era una situación surrealista , ridícula, absurda,…pues ya se había traspasado al terreno de la indiferencia.
Cuantas preguntas se hacían cada cual en su fuero interno, en el instante que no eran capaces ni tan siquiera mirarse… producto de aquella sensación que jamás prevaleció a ese instante …como era el pudor.
El origen vino cuando Aroha y Andrés se fueron al archipiélago chileno de Cabo de Hornos a los dos días de conocerse, se dejaron llevar por la supuesta atracción que imperiosamente se profesaban. Creyeron que estában hechos el uno para el otro a pie de aquel despegue maquillado. Y ahora…en ese coche que al fin había llegado a la altura del Puente de Vallecas, dos valientes inconscientes pagaban el peaje de tal heroica causa.
A lo largo de esos tres días en Cabo de Hornos, Aroha y Andrés cuando no había sesiones amatorias, se iban percatando poco a poco de que no eran compatibles por infinitos detalles, en lo vital, en lo gastronómico, en los hobbies y en cientos de inquietudes. Eran de gustos tan extremos que apenas cuando no había sexo, era el silencio que hablaba por si mismo, aunque por momentos se esforzaban por disimular o se engañaban por naturalizar situaciones que les eran tan ajenas, que pesar del buen sexo que reinaban entre ellos. En cuanto al sexo, ambos se refugiaban en la supuesta complicidad, pues era el único escenario que mitigaban sus evidentes diferencias…ahí si…que se reconocían esas insinuantes miradas que anunciaban el preludio de la suelta del apetito sexual que ambos incubaban.
Pero aquí en Madrid, se avergonzaban, soltaban de vez en cuando huérfanos e irremediables y cortantes comentarios mientras se evitaban una vez mas de cruzarse las pinguinas miradas .
Por fin habían llegado al domicilio de Aroha cerca del metro Portazgo, antes de bajarse ella, le mira , le coge la cara para que Andrés la respondiera en ese duelo de miradas, al instante que él experimenta un hartazgo de sorpresa:-Aroha le dice: No nos veremos más , no sabremos jamás el uno del otro, pero deberíamos de dar gracias a este absurdo, por aprender y a la vez constatar que el ser humano cuando se lo propone es capaz de dar pasos tan equivocados y a la vez tan inolvidables.
A continuación tras esas litúrgicas palabras, contra todo pronóstico, inoculan un súbito calor, presos de su imperante morbo....se vuelven a besar y acariciar y a reproducir la segunda de Cabo de Hornos.
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